martes, 3 de julio de 2007

Justicia mortal

Desde hace ya algunos años, debo estar pagando mi enorme capacidad para reírme y divertirme, para pasármelo bien en casi cualquier situación. Se ve que alguien ha hecho la cuenta de las carcajadas y ha decidido que ya no tengo derecho a ninguna más.
Se ve que hay que ser sesudo, grandilocuente, y prolijo. Y yo soy tonta rápida, tremendista y sintética. No hay nada que odie más que la jerga vacía y rimbombante, construida para marear a la perdiz (¡pobre animal!). Me encanta el lenguaje preciso, corto y certero, ingenioso. Como decía de Flaubert su madre: "la pasión por la frase ingeniosa te ha helado el corazón". Puede ser. Pero es que mi corazón ya va para viejo y quiere helarse a gusto.


Las palabras son un juego de guerra que puede herir pero no mata. O a lo mejor sólo mata al que las pronuncia. Es un juego que puedes permitirte hasta en el umbral de la tumba: no sufren artrosis y a veces hasta se liberan de su peso con los años.


Toda esta palabrería es para decir que quiero reírme y que nos riamos todos, aunque al principio duela.

2 comentarios:

  1. Jerga vacía y rimbombante... sí, lo conozco, me recuerda a aquello de "seamos confusos ya que no podemos ser profundos", una de mis frases favoritas, por cierto.

    ¿Reir? ¡con lo que adelgaza! Chiquilla... con la risa pasa lo mismo que con los hombres en palabras de una tía mía: "los hombres, al principio no gustan pero hay que esforzarse..." era de otros tiempos y me parece que de otros planetas también (si con este pensamiento tan profundo de esta señora no te has reído... mal va la cosa). El caso, que lo mismo ocurre con la risa o con su hermana chica la sonrisa: que hay que cogerle el puntito. Y si no... ya volverá con las oscuras golondrinas, fijo.

    ResponderEliminar
  2. Ya ha vuelto, no hay como quejarse y encima si llega el fin de semana, mejor aún.

    ResponderEliminar