viernes, 29 de mayo de 2020

Lecciones del confinamiento

Esta pandemia sirve para bastantes cosas útiles. La más importante es sobre la propia idea de uno mismo. Uno no es tan guay como se imagina. No es tan listo como se cree. Ni su ánimo es tan bueno como presume.
Yo al menos he llegado a esas conclusiones.  No he ayudado a casi nadie, no he tenido ánimos todo el tiempo durante los dos meses y medio que ha durado esta etapa. Sobre todo a partir de que la unión de todos se fue a la mierda. Desde entonces todo cuesta más. Y ahora siento que casi nos merecemos (no todos, siempre hay gente excepcional) irnos al garete o a t.p.c.
Yo a esta crisis la considero el principio de mi deterioro cognitivo y anímico. Yo diría que mi natural rebeldía o resiliencia es ya historia.
Es una cosa personal, que tiene que ver con mi mucha edad, demasiada; con la imposibilidad que he tenido siempre de decir que no, con mi afán de hacer feliz a todo el mundo, síntoma de incapacidad de asumir la confrontación y de mi necesidad de aceptación y de amor.
Pero soy fuerte, y aunque sea más sola, mas huraña, con más miedo y menos risas, aguantaré.