miércoles, 4 de julio de 2018

Leona o Rita

Rita, para mi Leona, se fue a buscar a Corso, Amaya y  su pareja la echan de menos. Aquí unas fotos de la semana que estuvo con nosotros.












Y el vídeo que le hizo Amaya:
https://youtu.be/Scy7wk3ANfA

María, mi amiga

Conocí a María con el pelo blanco y después de volver a Mérida, desde Madrid donde la había conocido, le escribí un par de cartas y recibí de ella también un par de preciosas misivas.                                         
María es la madre de Charo y de sus seis hermanos. Una maestra hija de maestra y madre a su vez de maestra, Charo. Aunque Charo luego escogió enseñar de otra manera y se hizo bibliotecaria.
Su madre, María, fue maestra y mujer en años heroicos, cuando además de enseñar a ¿40, 50 o más niños en un aula?, fue madre de familia numerosa y mujer de ferroviario. 
Sé que aunque su vida no fue fácil, siempre tuvo un gran sentido del humor y un gran realismo, salvo en corto periodo en que la enfermedad llenó de sombras negras su mente. Pero incluso este periodo fue seguido de una etapa alegre en que a pesar de su deterioro, cantaba y reía a solas.
Me hubiera encantado conocerla cuando toda su fuerza estaba intacta, y bregaba con sus siete hijos y los de los demás, enseñándoles no solo conocimientos, sino también valores como la constancia, la lealtad o la responsabilidad... Digo más, me hubiese gustado que conociese a mi madre, que se hubieran reído y disfrutado juntas. Ambas tenían la misma fe en la vida y en un Dios bueno y misericordioso, como ellas.
Para todas las que ya se fueron y sus años disfrutados y luchados.

domingo, 3 de junio de 2018

Nunca es ahora



Nos pasamos la vida demorando lo que queremos hacer. Primero hay que estudiar para labrarse un porvenir, luego hay que hacer currículo, luego hay que criar a los hijos o cuidar a los padres mayores, y luego a tu pareja...

Nunca es el momento, nunca es ahora.
Y cada vez que te saltas esta ley no escrita, la culpa arrasa tu vida.
Y la vida es un segundo, un batir de alas de una mariposa, un guiño de luz en una tarde nubosa, un relámpago en la noche cerrada. Un ahora o nunca.
A veces es el miedo, el vértigo de lo que llamamos desconocido, que debería ser nuestra patria más amada.

Otra un sentido exagerado de la importancia de nuestra responsabilidades.
Pero nuestra responsabilidad mayor es hacer aquello que deseamos, que suele coincidir con lo que nacimos para hacer. Y con el tiempo aprendes de casi nada tiene importancia.


lunes, 12 de marzo de 2018

Berlín, primera mitad del siglo XX

Ahora que conozco un poco Berlín, la novela autobiográfica Tu eres no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff me ha resultado especialmente gozosa, porque las las grandes avenidas y plazas ya están en esta obra y mucho más, el ambiente estimulante de principios del siglo pasado en esa ciudad, a pesar de la crisis económica y el terrible nacimiento de Tercer Reich. Están también  los alrededores, sus ríos Havel y Spree y Wannsee y toda esa belleza de bosques y agua, mancillada después por terribles eventos (la conferencia de Wannsee, gracias Ch. por contármela).
Y sus personajes, una mujer judía, sus maridos y amantes, sus padres y sus hijos. Y su recorrido vital desde la despreocupación y la libertad a la terrible angustia de la propagación del antisemitismo por Europa y la Segunda Guerra Mundial, vivida por los protagonistas como una liberación. Y la conciencia de haber malgastado la juventud y el sentimiento de culpa de Else sentir que no ha sabido amar a sus hijos ni protegerlos de lo que se les venía encima. Y el sentimiento de Peter de que los sufrimientos de su familia son mínimos comparado con lo que sufrieron otro judíos, menos protegidos que ellos, al fin al cabo medio judíos y de una clase social alta. 
Y el vértigo de ver con que rapidez se puede desencadenar un infierno desde una sociedad culta y educada, y como la libertad es un bien volátil, si no la cuidamos y seguimos acrecentándola. Porque o crece o muere, no hay termino medio.

sábado, 3 de febrero de 2018

Sitios calentitos

Soy Batman. Bueno, antes también me llamaron Chocolate, Vainilla, Bonbón y ultimamente Turrón. Ahora me llaman Batman porque mis orejas son grandes como las alas de un murciélago. A mi el nombre me gusta y además es un nombre con superpoderes.
Yo nunca había paseado con correa, arnés o collar hasta ahora, me apuntaba con A. cuando paseaba a Roca, y con otros perros con quienes corría, daba saltos de alegría y jugábamos un ratito. Cuando se iban a sus casas yo me quedaba al lado de la valla de la casa de Roca, un belleza de pelo color canela y morro rosa. El tiempo era hermoso y cálido y aunque comía a salto de mata, frutos y pajarillos y otros pequeños bichos y cosas menos confesables y lo que me traían los vecinos, la vida era razonablemente hermosa, lejos de los monstruos que me asustaban en mis primeros días de vida, de los ruidos tan terribles y de esas manos alzadas sobre mi cabeza, esos palos amenazantes...
Corría libremente de un lado a otro del arbolado parque de la urbanización en la que vivía e incluso traspasaba sus fronteras y me alargaba hasta el polideportivo, la Dehesa o el pueblo cercano. Dormía al solecito cuando no hacia mucho calor y si lo hacía me refugiaba bajo las matas. Por la noche me acurrucaba bajo los matorrales cercanos a la casa de Roca, y allí dormía siempre manteniendo un ojo abierto, por si alguien intentaba cogerme o pegarme.
También hubo noches de tormenta, lluvia o frío, pero entonces yo tenía mi catálogo de sitios calentitos, desde una espesa mata que me resguardaba del viento, o mi cama de hierba de la pampa o algún porche cubierto pero abierto, o algún hueco de una barbacoa de una casa no habitada.
Ahora cuando paseo con Coco o Pepa, agarrado a M. mediante una correa y con mi flamante arnés de tela burdeos, a veces al pasar por alguno de esos sitios, quiero acercarme, sé que M. sabe que eran mis refugios, pero tira suavemente de mi correa, porque en casa la chimenea está encendida y en cada rincón hay un lugar calentito y unas palabras de cariño.