domingo, 23 de diciembre de 2007

Nochevieja

No sé por qué los ritos que tienen que ver con el paso de tiempo y de las estaciones tienen tanta importancia para mí. Por ejemplo, siempre he entendido la noche de San Juan como una despedida del frío y el invierno y una bienvenida al sol y al tiempo del verano.
De estas fiestas de invierno, tan sosas ellas, de estas navidades que son el agosto de tantos, me quedo sin dudar con la Nochevieja: esa noche en la que se da muerte a los fantasmas de lo pasado y se abren los sentidos a lo que será, al futuro.



Me gusta que no haya regalos, es la única de las tres fiestas importantes en que no los hay, me gusta el rito de las uvas y de las campanadas, aunque sea un rito reciente y justificado también por cuestiones económicas. Me gusta especialmente un rito que no sé si es familiar, pero que seguro es hermoso: la apertura de los calendarios.
Recuerdo a mi padre inaugurando el taco de calendario del sagrado corazón, que incluía un aforismo por día y todos los años, con idéntica ilusión abro algún calendario especialmente elegido (Leonardo da Vinci, árboles singulares, cualquier imagen hermosa) para estrenar los días del año que empieza como aún tuviera 7 años.
Y me gusta su carácter profano, el que se trate de una fiesta poco religiosa y que todas las supersticiones estén admitidas. Que sus tradiciones sean recientes, como la de las uvas, que al parecer tuvo su origen en los años 20 del pasado siglo, en Italia y debido a una cosecha de superabundante de uvas...
También de Italia procede una de mis tradiciones navideñas favoritas, la de la vecchia Befana, que me contaba mi madre como una versión ecologista y anticonsumista de los Reyes Magos, se trata de una señora mayor, con algo de bruja buena, que recicla regalos viejos para volver a regalárselos a los niños. Lo que dice ahora la web es distinto de lo que yo sabía, pero igual es simpático, con su carácter poco convencional.

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