sábado, 29 de septiembre de 2007

El ataque de las vacas salvajes

Últimamente he tomado la costumbre de llevarme las manzanas fallidas de mi manzano a la dehesa del pueblo para dárselas a la vacas o dos caballos que hay, aprovechando el paseo de mi perro Corso. Ayer lo llevé después de tres días de estancia en la playa, con P. y L. y recogí las manzanas que no había podido recoger durante esos tres días.
Cuando llegué, las vacas estaban muy cerca de la entrada y debieron de olerse que traía algo para ellas. Yo pensaba ir dejándoles manzanitas poco a poco, y lancé unas pocas, con cuidado de que mis gestos no fueran tan bruscos como para asustarlas.
Pero dio igual: de inmediato dos vacas sandungueras (según terminología de mi amigo R.) se acercaron a mi perro y a mi con un alegre trote. Como las vacas también tienen cuernos, como los toros, me alarmé ligeramente y como medio de evitar su avance lancé dos nuevas manzanas. Ante el regalo, otras vacas se acercaban alegres, mientras yo lanzaba manzanas defensivas con cierta premura y mi perro daba muestras de cierta inquietud.
Total, que fuimos soltando las manzanas que nos quedaban mientras las vacas nos seguían hasta que se acabaron, y entonces aligeramos el paso Corso y yo y poco a poco fuimos dejándolas atrás, y buscando terreno abierto.
Por cierto,¿por qué será que las vacas negras dan más miedo que las demás?

2 comentarios:

  1. Yo tuve una experiencia mística parecida con unas vacas en los lagos de Covadonga. Mis amigos se partían de risa cuando les decía que unas vacas flacas con unos cuernos enormes me habían perseguido. Ya no se puede uno fiar ni de las vacas

    ResponderEliminar
  2. Ja ja, me mondo de risa imaginándote perseguida por las vacas, soltando manzanas y mirando hacia atrás de reojillo.
    Aunque por otra parte reconozco que yo no hubiera sido capaz ni de acercarme a ellas.

    ResponderEliminar