viernes, 25 de abril de 2014

Amigos que hablan de GGM

Hoy no escribo yo, sino un compañero y amigo, que redactó este "ditirambo" que escribe en el blog de la BNE:



DITIRAMBO gratuito pero no superfluo a GGM

El escritor no tiene biografía, sino bibliografía, que es lo que la BNE atesora. Y su herramienta son las palabras, con las que construye frases, párrafos, cuentos, novelas, reportajes, ensayos:    obrero del lenguaje, sus obras ensanchan nuestro mundo y lo humanizan. Gabriel José de la Concordia García Márquez escribía endemoniadamente bien como los arcángeles del cielo, pero con los pies en el barro y con las manos limpias. Sus obras son como edificios perfectos en los que si una sola palabra fuese inadecuada o estuviese mal colocada, todo el texto se derrumbaría estrepitosamente. Dones de la cálida luz de su deslumbrante prosa, regalos que nos iluminan, enriquecen y acompañan desde hace ya muchos años. Los múltiples niveles de lectura de sus obras permiten que lleguen al corazón y a la inteligencia de lectores de todos los meridianos y paralelos, geográficos, sociales, culturales e intelectuales. Hace felices a todos, al lego y al erudito. GGM leía a los poetas del Siglo de Oro en la Biblioteca Nacional (de Colombia).En la BNE conservamos todo sobre GGM, las ediciones críticas o escolares o de bibliófilo de sus obras así como las populares de bolsillo en papel barato y ácido, las traducciones a lenguas exóticas, las tesis doctorales que le diseccionan, las biografías y entrevistas que tan poco le gustaban, los artículos de las revistas académicas, las cartas manuscritas de sus amigos, su voz y su imagen, su música preferida (Bach entre dos vallenatos), hasta los documentos en soportes nuevos y extraños y que pasan de moda tan pronto pero que debemos conservar, y todo eso constituye el referente cultural de su obra y que explica por qué GGM es GGM. Memoria, preservación, identidad. Dicen que no hay otra patria que la infancia y la lengua materna o vernácula. GGM no era el rey, sino el dios de la novela, pero también su esclavo y galeote, trabajador de un oficio de cuya carpintería conocía todos los trucos, pues no hay arte sin artificio, barroco y dionisíaco en un orbe nuevo. Sus lectores, de ambos hemisferios y del universo mundo, le lloraremos durante meses y años viendo llover en Macondo.

               Eduardo Anglada Monzón

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