Hoy no escribo yo, sino un compañero y amigo, que redactó este "ditirambo" que escribe en el blog de la BNE:
DITIRAMBO
gratuito pero no superfluo a GGM
El escritor no tiene biografía, sino bibliografía, que
es lo que la BNE atesora. Y su herramienta son las palabras, con las que
construye frases, párrafos, cuentos, novelas, reportajes, ensayos: obrero del lenguaje, sus obras ensanchan
nuestro mundo y lo humanizan. Gabriel José de la Concordia García Márquez escribía
endemoniadamente bien como los arcángeles del cielo, pero con los pies en el
barro y con las manos limpias. Sus obras son como edificios perfectos en los
que si una sola palabra fuese inadecuada o estuviese mal colocada, todo el
texto se derrumbaría estrepitosamente. Dones de la cálida luz de su
deslumbrante prosa, regalos que nos iluminan, enriquecen y acompañan desde hace
ya muchos años. Los múltiples niveles de lectura de sus obras permiten que
lleguen al corazón y a la inteligencia de lectores de todos los meridianos y
paralelos, geográficos, sociales, culturales e intelectuales. Hace felices a
todos, al lego y al erudito. GGM leía a los poetas del Siglo de Oro en la Biblioteca
Nacional (de Colombia).En la BNE conservamos todo sobre GGM, las ediciones
críticas o escolares o de bibliófilo de sus obras así como las populares de
bolsillo en papel barato y ácido, las traducciones a lenguas exóticas, las
tesis doctorales que le diseccionan, las biografías y entrevistas que tan poco
le gustaban, los artículos de las revistas académicas, las cartas manuscritas
de sus amigos, su voz y su imagen, su música preferida (Bach entre dos
vallenatos), hasta los documentos en soportes nuevos y extraños y que pasan de
moda tan pronto pero que debemos conservar, y todo eso constituye el referente
cultural de su obra y que explica por qué GGM es GGM. Memoria, preservación,
identidad. Dicen que no hay otra patria que la infancia y la lengua materna o
vernácula. GGM no era el rey, sino el dios de la novela, pero también su esclavo
y galeote, trabajador de un oficio de cuya carpintería conocía todos los trucos,
pues no hay arte sin artificio, barroco y dionisíaco en un orbe nuevo. Sus
lectores, de ambos hemisferios y del universo mundo, le lloraremos durante meses
y años viendo llover en Macondo.
Eduardo Anglada Monzón
Muy hermoso
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