domingo, 3 de febrero de 2008

Una Atenas viva

Conocí Atenas hace muchos años, en 1982, en que estuve allí unos 15 días para ver los campeonatos de Europa de Atletismo. Recuerdo que entonces me decepcionó bastante esta ciudad llena de ruido y de olores orientales. Ahora la he encontrado casi treinta años después, incluida en la Europa de la Unión, pero conservando mucho de ese encanto que entonces no supe ver. Ha sido en un libro llamado Defensa cerrada de Petros Markaris. Es una novela policíaca que tiene por protagonista al teniente Jaritos. Se trata de una trama bastante compleja, en la que se mezcla el lavado de dinero negro, la corrupción política y la venta de partidos de fútbol de tercera división.
Jaritos es un policía curioso, que se pone enfermo (infarto de miocardio) y que tiene un lenguaje algo canalla, que recuerda a la Junta Militar con alguna nostalgia y que tiene con su mujer Adrianì una continua lucha y un amor especial. Atenas es en esta obra una ciudad sucia y bulliciosa, permanentemente atascada por el tráfico y llena de inmigrantes de todos los lugares de europa, especialmente albanos, pero su caos la hace maravillosa de alguna forma extraña.
Acababa de terminar dos novelas de Donna Leon Blood from a stone y Doctored evidence, que a pesar de describir una ciudad especialmente intensa, lo hacen desde otra óptica. Petros Markaris es turco, pero parece amar Atenas de una manera muy contradictoria, como suelen ser estos amores a estas viejas ciudades, estos universos tan llenos de humanidad y detritus.
Es curioso cómo podemos empezar a gustar de un lugar retrospectivamente, y como ese gusto es al mismo tiempo añoranza y rechazo de quienes éramos en esos tiempos. De modo que todos los sitios en los que hemos vivido se vuelven de algún modo paraísos perdidos, solo recuperables en los sueños de lo escrito, como decía mi amiga Beatriz.

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