viernes, 3 de enero de 2014

Capodanno in giallo y Il gioco delle tre carte

El libro Capodanno in giallo, del que hablé en la anterior entrada, no me llegó a la Nochevieja. Las seis narraciones que contiene tienen un atractivo particular cada uno. A Camilleri y a Malvaldi ya les conocía, y aunque Malvaldi me sorprendió con la delirante historia del la Loggia del Cinghiale y su alcohólico recorrido hasta el interior del Batisterio de Pisa, con crimen oportunista incluido (Il capodanno del Cinghiale), de Montalbano conozco muchas cosas, incluido su pasión por la comida que prepara su asistenta Adelina, como esos famosos arancini (Una cena speciale). Pero de los otros cuatro relatos me han sorprendido especialmente dos: en primer lugar, L'accattone, de AntonioManzoni, que nos trae a un policía romano Rocco Schiavone, que debe mucho a los detectives americanos de grandes ciudades, y que pone de pie una historia sorprendente de miseria y decadencia, y en segundo lugar, Il Capodanno di Atlante, una historia trepidante de Gian Mauro Costa, que protagoniza el técnico en electricidad reconvertido en asesor policial Enzo Baiamonti, que debe tratar de ayudar a una mujer en el corto espacio de unas horas, y seguir con su celebración de la Nochevieja con su novia Rosa. Me han parecido dos autores de los que me gustaría seguir leyendo historias.

Igual ocurre con Esmahan Aykol, la autora turca de Rubacuori a Capodanno, pero la narración no me parece del todo lograda. Y en el relato de Francesco Recami, Capodanno nella casa di ringhiera, aunque hay infinidad de historias interesantes que se entrecruzan, creo que le falta algo para cerrar perfectamente el círculo.
Siguiendo con la smania Sellerio, leí Il gioco delle tre carte, en el que Malvaldi nos muestra a Máximo, el barista o barrista del BarLume y a la panda de "jubiletas" descarados que le ayudan o mejor le instan a resolver un homicidio de un japonés anciano en un congreso internacional de química. Aquí el matemático reencarnado en tabernero habla de su filosofía de la vida y muestra muy interesantes ideas sobre la investigación y la carrera académica, con las que estoy bastante de acuerdo. Y dice alguna cosa interesante, como que las ideas geniales surgen a veces en las mentes prodigiosas mientras realizan tareas repetitivas, con la mente ocupada en tareas de bajo perfil de rendimiento. Lo curioso es que entre los ejemplos que pone, Einstein en la oficina de patentes, etc, menciona que Borges, bibliotecario dedicado a tareas rutinarias y repetitivas, creó una gran obra literaria.
Se acabaron esos tiempos o al menos para un gran porcentaje de los bibliotecarios actuales. Ahora que somos digital curators o content curators nuestras tareas son bastante difusas, tienen mucho carácter de gestión y mucha contaminación tecnológica y, peor, política. Aunque esto aumenta en cierto modo el nivel de exigencia y de pasión, también hace crecer una especie de soberbia profesional y quema nuestro cerebro en supuestas  grandes tareas, que no son más que instrumento de instrumentos.
No sé, será que este fin de año me pilla cansada de una vida bibliotecaria vivida con mucho entusiasmo, pero que después de 35 años parece un poco vacía de aquello que constituía un sueño no expreso, ayudar a los ciudadanos a conocer su patrimonio y a aumentar su educación, acrecentando el conocimiento universal.
La vida es "un aparato" sin instrucciones de uso y por eso podemos equivocarnos o al menos sentir que nos equivocamos. Pero seamos honrados, hicimos lo que pudimos y no lo pasamos mal.


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