viernes, 25 de enero de 2013

Paseo sentimental por Málaga

Llegas a la estación, que antiguamente tenía una fachada con mucho más encanto y andando muy poco puedes estar en lo que los malagueños de siempre llaman "la prolongación de la Alameda", concretamente en lo que luego serán los Jardines Picasso, donde los enormes ficus emocionaban antes mucho más con su frondosa y fresca espesura asilvestrada.
De la prolongación de la alameda al Paseo de la Alameda se pasa de la luz más brillante al espejear de la luz entre los grandes árboles del paseo, en cuya orilla izquierda esta la bodega, ¿o licoreria? Casa Guardia, donde se puede tomar "un flores" o "un húngaro loco" y donde también puedes comer algunos mariscos humildes, de los cuales solo recuerdo los "búsanos". En frente estada el primer colegio universitario de Letras, recuerdas, antes de que se instalase en la calle de San Agustín, donde hoy está el Museo Picaso y una preciosa torre mudéjar.
Cruzas hacia al Parque dejando a la derecha la entrada al puerto y a la izquierda la cafetería Solimar, además de la Diputación provincial. En el parque, dudas si seguir por el paseo de los curas o por los dos pasajes laterales que hay a ambos lados de la vía que lleva hacia el Paseo de Reding, Pedregalejo o el Palo. Prefieres el lateral izquierdo, en el que está la Casa del Jardinero, un pequeño pastiche que recuerda a una casita de juguete o de cuento, y la oficina de Correos. En este lado está también el Ayuntamiento, un palacete algo recargado rodeado por los jardines de Puerta Obscura, en los que ya no debe haber patos y que está a la sombra de la ladera donde se encuentra la Alcazaba.


Ya no sabes llegar a la semigruta en la que había libros o al menos bancos ni tampoco al mirador de la Alcazaba, igual que se va borrando la imagen de tu madre, se difuminan los caminos que has recorrido tantas veces. 

Entras en el paseo de Reding y a tu izquierda queda la gran manzana de un hotel, el Miramar, muchas veces reahabilitado, muerto y resucitado. Un poco más adelante está el Cementerio Inglés, que nunca llegaste a visitar y hoy tampoco es el momento.Cruzando la calle y atravesando una manzana de casas, llegas al paseo marítimo dejando atrás el paseo del faro, de cuyo recorrido sin sombra recuerdas muchos mediodías de vuelta de la playa, hasta la parada del Autobus 13, justo al lado de la Malagueta, la plaza de toros.
Decides volver sobre tus pasos por el paseo del faro, aprovechando que es invierno y el sol es un amigo que te calienta la espalda y seguir por el Paseo de los curas, con el Auditorio Eduardo Ocón y los nenúfares y esa soledad y esa paz rota solo al llegar casi al final en una zona de atracciones infantiles llenas de niños felices.
Y no entras al quiosco acristalado, ni compras pinchitos morunos, ya no está.
Si pudieras entrarías al puerto, te gustaría subirte a una barca y navegar hacia el este, hacia los baños del Carmen, Pedregalejo y el Palo, hacia las playas donde gritabas y reías con M.,J.y V. 

3 comentarios:

  1. El hotel debe ser el Miramar. Y los pinchos morunos que ya no están los hacían en un bar que llevaba tu nombre: La Marina.
    Ay, los paisajes de antaño...
    Un abrazo, paisana.

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