J.L. dice que aunque no le gusta nada la rutina, dado como se han ido desarrollando los acontecimientos últimamente, casi añora que algo de lo que le toque hacer sea rutinario, o por lo menos, lo sepa hacer. Una vez más tiene razón: estamos inmersos en una situación que exige que estemos aprendiendo continuamente, y a veces sientes el vértigo de intentar solucionar siempre nuevos problemas, para los que no tienes un protocolo previo. Pero a pesar del miedo y los nervios lógicos, a mi esta situación me resulta muy estimulante, y la veo, como dice B., como una oportunidad, que lo único que siento es que no haya llegado antes.
Es una oportunidad única, porque no hay tantas bibliotecas con tantos millones de libros u otros materiales, ni de tanto valor, ni tan representativos. También lo es por el estado de la tecnología de los SIGB, suficientemente madura pero en absoluto con sus posibilidades agotadas: hoy día se abre un panorama de evolución casi infinito, en relación con los servicios a través de Internet y aprovechando la web 2.0.
Además, cualquier proceso de automatización hace repensar las tareas y las funciones de las instituciones y habitualmente consigue mejorar la manera en que desarrollan las funciones para las que han sido creadas.
Hace ya 29 años que comencé a trabajar aquí. En tantos años, ha habido mucho de todo: rutina, entusiasmo, desencanto; muchos trabajos como los de Penélope, de tejer y destejer. Pero si miro hacia atrás no puedo dejar de ser optimista, a pesar de que el pesimismo inteligente no oculte su cara amarga. Si alguna vez dije que desgraciadamente mi sueño de trabajar aquí se había cumplido, ahora digo que todavía este sueño es posible, solo hay que trabajarlo.
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