sábado, 27 de marzo de 2010

La estrategia del agua

He terminado una novela de Lorenzo Silva sobre la pareja de Rubén Bevilacqua o Brigada Vila y la sargento Chamorro de la Guardia Civil (la picolicie, como dice Vila). Se trata de La estrategia del agua, título que alude a un párrafo de El arte de la guerra de Sunzi o Sun Tzu. 
La novela es interesante por varios motivos, porque hace una crítica bastante sería a la actuación de jueces y porque pone en tela de juicio la aplicación de la ley sobre violencia de género, de una manera bastante realista e inteligente, no negando que exista este maltrato, sino denunciando los abusos que se cometen al amparo de ella: usarla como forma de divorcio express, o para favorecer las condiciones de una de las partes. La ley es una ley de buenas intenciones pero poca capacidad operativa, pues es imposible hacer cumplir la gran cantidad de órdenes de alejamiento y además esto no soluciona uno de los mayores problemas, la dependencia emocional que obliga a las víctimas a recaer una y mil veces en las garras del agresor.
Al margen de este tema, la novela es ágil en cuanto a lenguaje y acción y esta bien construida. Hay páginas muy hermosas dedicadas a Madrid y a Aluche y los personajes tienen suficiente cuerpo como para que nos lo creamos. Ha sido una lectura muy estimulante, para terminar transcribo un párrafo sobre Madrid que me ha gustado por su belleza dura y sin concesiones:
Porque Madrid es así: en su chulería y su urgencia por morder los días, no halla el momento para  homenajearse. Las autoridades lo intentan, recordando efemérides y toda clase de fruslerías sentimentales, pero la costra dura de la ciudad repele su vana prosopopeya. Cada día y cada noche se abalanza contra si misma, con las uñas fuera y las mandíbulas apretadas. Nunca fue animal doméstico que ronronea satisfecho bajo las caricias del amo, sino fiera que ruge a la intemperie para acallar el hambre y el miedo.


domingo, 21 de marzo de 2010

Tombuctú

Acabo de terminar un libro de un antiguo ministro, Manuel Pimentel Siles. La novela se llama El arquitecto de Tombuctú y habla de la mítica ciudad de Malí, en el Sahel, en la curva del río Niger. Cuenta la vida de Abu Isaq El Saheli, un granadino nacido alrededor de 1300, hijo de un perfumista, que habiendo llegado a tener un puesto de escribano en la Alhambra, debido a su vida disipada, su amor a la poesía, el vino y el anacardo, pierde su trabajo, su esposa y es exiliado del reino. 
Recorre las grandes ciudades islámicas de la época, El Cairo, Damasco, Bagdad, y a la vuelta de su peregrinación a la Meca, conoce al emperador Kanku Mussa, con quién habría de iniciar su trabajo de arquitecto en Malí, el llamado reino de los negros.
En Luxor, al poeta granadino se le había despertado un amor por la arquitectura, que se materializa en este reino de los negros en la construcción de varias mezquitas, entre ellas la mezquita de Djinguereiber, una de las tres aún existentes en Tombuctú y que ahora constituyen la Universidad de Sankore. Según el autor de esta novela, se inspiró para su construcción en los termiteros, hechos solo de barro. La verdad es que este tipo de arquitectura, después llamada estilo sudanés, tiene un aspecto extraño, con sus torres de barro con estacas de madera incrustadas. Según lo que he podido leer, las estacas sirven para ascender a las torres cuando hay que renovar el barro, creo que anualmente. Pero el aspecto es hermoso y singular.
Tombuctú fue una ciudad muy rica parece que fundamentalmente debido al comercio de la sal, que al parecer se cambiaba por oro, también parece un lugar especial para los manuscritos, su universidad conserva gran cantidad de ellos, musulmanes en su mayoría y parece ser que bastantes andalusies. 
A lo largo de la novela se habla del sufismo musulmán, tolerante y ecumenista y lo enfrenta a una corriente intolerante e integrista; parece que ese binomio se da en todas las situaciones y desde luego en todas las religiones.
En resumen, un personaje interesante, una ciudad atrayente del mágico continente africano y una novela que enseña y entretiene. No se puede pedir más para este largo fin de semana de una primavera que no termina de llegar. 

domingo, 7 de marzo de 2010

Dos libros bien distintos

Hace más o menos una semana terminé la novela Fin, de David Monteagudo, pero la verdad no me sentía impulsada a hablar de ella, tanto es así que si hablo hoy de ella es por hablar de otra, Sangre derramada, la segunda novela de Åsa Larsson traducida al español.
Si el argumento de la primera es difícil de creer, no lo es menos el de la segunda. Pero lo cierto es que la segunda te sumerge en ese mundo similar al de las películas de Bergman, con verdades ocultas y sentimientos vertiginosos cubiertos de la mas absoluta rutina burguesa.
La otra, no. Aunque Fin es una  novela de ciencia ficción, pero aparentemente más cercana,  he sido incapaz de creerme la historia que cuenta ni por un momento: sentimientos impostados, complejidades psicológicas inconsistentes, secretos del pasado sin el más mínimo interés. Con una trama de fenómenos paranormales no muy creíbles, ha sido de esas pocas obras que me ha costado terminar. Lo conseguí, pero no tengo mucho más que decir.
De Sangre derramada, en cambio me queda el regusto del verano sueco, de la dulzura de un clima extremo en este tiempo, la historia de la pastora Mildred que hace a ls mujeres sacudirse sus cadenas y se enfrenta así a todos los hombres de Kiruna, la historia de Rebecka y su dolor y su imposibilidad de amar, la de Lisa, la amante de los perros y la Anna Maria Mella, la policía llena de sentido común que también participa en la anterior novela de la autora. Y también la hermosa historia de la loba Patas blancas y de su lucha por la vida.
En la solapa he leído un comentario muy acertado, que la autora consigue mantener la intriga a pesar de meterse a fondo en el alma de los personajes, muchos de ellos atormentados y duros. No es solo eso, es que tira del lector mediante los sentimientos de los personajes. Quieres saber qué siente Nalle, el hijo discapacitado del policía retirado, qué siente Lisa, o su hija Mimmi. Sobre todo, cómo consigue vivir Rebecka después de haber matado para salvar a unas niñas (esto ocurre en Aurora Boreal ), si puede por fin volver a sentirse normalmente feliz.
Como ocurre siempre cuando acabas una buena novela, sientes un poco de pena, pero eso suele arreglarse teniendo otra preparada, y sobre todo esperando otra obra del autor y de su personaje. Hasta la próxima, Rebecka


viernes, 5 de marzo de 2010

For ever young


Yo era muy joven cuando llegué aquí. Ahora no puedo asegurarlo, pero es probable que exhibiera la petulancia de rigor entre la gente joven y esa injustificada y mentirosa suficiencia que a menudo ostentan éstos.
Además de joven, no tenía ni un céntimo y tampoco mucho tiempo, porque además de trabajar estudiaba INEF por las tardes. Para la institución en la que trabajo, la Biblioteca Nacional, yo era una persona peculiar, distinta de las bibliotecarias consuetudinarias, deportista, iconoclasta y de una pobreza manifiesta, no vergonzante.
De eso ha pasado ya 30 años y a la persona que era se han sumado muchas más ( no en vano doblo mi tamaño de entonces) y ahora he adquirido otros vicios estúpidos, como trabajar sin freno, creerme mayor o el vicio inmundo del optimismo.
Es curioso pero ahora sospecho que los únicos optimistas que quedamos, aparte de los algunos buenos políticos, somos la gente mayor; de hecho distingo en los jóvenes un pesimismo real o ficticio que casi me atrevería a llamar hormonal y que recuerdo también en mí y que me parece que yo, como los jóvenes hoy, consideraba como un rasgo de inteligencia suprema.
Recuerdo bastantes frases que se refieren a la juventud y los jóvenes, como buena aficionada a las citas. Mi padre citaba a George Bernard Shaw y decía que La juventud es una enfermedad que se cura con los años; mi querido profe burgalés de historia, don Jesús, decía que los jóvenes siempre terminarían teniendo la razón, porque los viejos morirían antes. Ambas frases tienen algo de amargo y negativo y acorde con mi optimismo tardío y generacional prefiero la frase de Pablo Picasso: Hace falta mucho tiempo para llegar a ser joven.
Pero hay algo raro en esto de ser joven y luego mayor y luego viejo y quizás la frase que mejor refleja este misterio es la que dice P. cuando se mira al espejo:  ¿Quién es ese gordo que se me ha comido?