sábado, 20 de noviembre de 2010

Todos vigilaban a todos

La semana pasada terminé un libro de un autor islandés, Arnaldur Indridason. Se trata de una novela policíaca del detective Erlendur Sveisson, el mismo que protagoniza la novela La voz, ese hombre atormentado por la desaparición en la nieve de su hermano cuando ambos eran pequeños.
Esta novela se llama El hombre del lago y narra la aparición de un cadáver en el lago Keleifarvatn, debido a la disminución del nivel del agua a causa de filtraciones. El cuerpo presenta una herida en la cabeza y lleva atado al cuello un aparato ruso de transmisiones.
El desarrollo de la novela nos muestra a Erlendur estudiando desapariciones no resueltas, un trabajo muy acorde con su obsesión por las personas desaparecidas; de este modo comienza a investigar la desaparición del propietario de un Ford Falcón negro, uno de cuyos tapacubos se había perdido y que le  lleva a investigar aun irascible granjero encerrado en un asilo.
El detalle del aparato de transmisiones rusos, le también lleva a estudiar la pista del espionaje en la época de la guerra fría, en la que Islandia jugó un cierto papel, debido a la existencia de bases americanas.

Pero en paralelo el autor está contando la historia de Tomás, un estudiante socialista islandés que se desplazó a Leipzig becado por los socialistas alemanes para difundir sus ideas, y la de sus amigos, Emil, Karl, Hannes, de la omnipresencia de Lothar, de la aparición de Ilona en la vida Tomas, de como su influjo va convenciendo a este de que el régimen de Alemania del Este ha creado una sociedad vigilada, donde la delación es una moneda de cambio que consigue favores y prebendas.
Al final de la novela se dan cifras de las personas que realizaron labores de vigilancia para la Stasi y son realmente apabullantes. Esta tensión soterrada estalla en la novela con la desaparición de Ilona y la angustiosa búsqueda de ésta por Tomás, recorriendo instituciones sórdidas y fantasmales.
Al final, a Tomás solo le queda la imagen de Ilona sonriente junto a la estatua de Bach en la iglesia de Santo Tomás y una tristeza infinita que arrastrará hasta el fin de sus días: Ilona fue para el un abrir los ojos a una primavera posible, la que intentaron primero los húngaros sin éxito, la que luego triunfó en Praga

viernes, 5 de noviembre de 2010

Los demonios de Berlín

Últimamente me da la impresión de que no me explico bien y como eso a veces me crea algunos problemas, intento remediarlo, midiendo mis palabras algo más (soy un poco impulsiva) y tratando de explicar cosas complejas. Por eso voy a tratar de explicar por qué me ha gustado un libro que tenía bastante papeletas para que me hubiera producido un tedio tremendo. El libro se llama Los demonios de Berlín, de un autor que hasta ahora no conocía, Ignacio del Valle.
Entre los elementos que pudieran haber hecho que no me gustara están la tremenda presencia de los horrores de una guerra brutal, la 2ª Guerra Mundial, y del nazismo. Y la descripción de armas, batallas, la lucha entre las calles de Berlín, con el sufrimiento de la gente inundándolo todo... No sé si es por haber visto en casa mucha literatura militar, sobre táctica y sobre armamento, pero el tema me resulta muy árido. Lo cierto es que este autor hace que digieras las más tremebundas escaramuzas entre tanques, bombas y diverso armamento, sumergidos en la acción más trepidante
Pero es también una novela sobre la duda, contra el nihilismo y con un profundo sentido de la necesidad de una moral que busque lo mejor de los hombres, en lugar de sacar de ellos lo más obscuro y perverso. En cierto modo me recuerda las novelas de Ben Pastor y a su personaje el comandante Martín Bora, aun cuando del Valle filosofa sobre la condición humana con mayor profundidad y sus obras se desarrollan en escenarios más extremos, en este caso el Berlín en el que se termina la guerra y en el que luchan alemanes, rusos, americanos.
En toda la novela ondea un sentimiento casi religioso sobre la maldad, sobre como esta se va forjando y anegándolo todo. Creo que hay una película reciente que narra los años previos al auge del nazismo, encontrando en ellos una veta escondida de maldad que se materializó en los años del III Reich y que al parecer es sobrecogedora. La religiones tienen una idea positiva del bien y a su alrededor articulan su discurso, pero si hay algo que perdure, que tengas los adoradores más fieles y de la que estemos todos cercanos, esa es "la religión" del mal. Ese mal que en algunos momentos cruciales se respira y hace difícil resistirse y seguir sintiendo la pasión del bien.
En resumidas cuentas, se me ha abierto el apetito para leer más obras de este autor, que una entrevista al final de la edición de bolsillo recuerda a los que reniegan de los bestsellers que muchas obras clásicas fueron en su día bestsellers: entre otros y de forma muy notoria, el Quijote.