viernes, 4 de mayo de 2007

Que la vida te trate dignamente

Me encanta recordar esa parte del poema de Luis García Montero Mujeres. Así consigo recobrar el orgullo de ser un trabajador y en cierto modo me consuela de madrugones y amarguras miles. Es como una sublimación de algo que ni es poético, ni hermoso, ni nada.
Sin embargo, el trabajo en las bibliotecas en cierto modo es un privilegio: el contacto con los libros, la idea de servir para abrir mayores horizontes intelectuales para las personas... Y el hecho de que en muchos casos se trata de una tarea vocacional también ayuda en el alivio de la rutina y de los sinsabores.
Por otra parte, nos sentimos tan abandonados, a pesar de la políticas culturales al uso... Es tanta la falta de apoyo, excepto para aquellos proyectos de relumbrón y corto aliento, que a menudo nos asalta una tristeza y un desánimo infinitos a todos los que vivimos en, de y por esta profesión.
Entonces conviene de nuevo recordar a Gramsci y retomar el optimismo de la voluntad como quien empieza un nuevo cuaderno.

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