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Foto de Alejandro Azuar |
Es fácil imaginarte sentado en el banco, con la calma de la tarde o el vigor de la mañana, mirando el cielo y llenando tus pulmones de belleza en estado puro.
Pero a lo mejor es el título de una canción o una película religiosa, da igual.
Porque el cielo se esnifa, nuboso, negro o azul, y entra venas adentro hasta el corazón. Muchas mañanas he respirado cielo azul intenso con la raya blanca del rastro de un avión y el verde brillante de los árboles en primavera enmarcándolo. O entre nubes grises y negras o nieblas repletas de humedad.
O cielos prendidos de fuego cuando cae la tarde y el sol incendia la noche, o azul obscuro, casi negro, cuando el sol ya se ha escondido en las tórridas noches de verano.
Esnifar el cielo es un hallazgo literario que pienso hacer mío. Escribimos aquello que deseamos, muchas veces un mundo de belleza y bondad. Pero también a veces queremos que lo que escribimos sea real, es decir, que contenga además la fealdad y maldad que se hospeda sin remedio en la realidad. Porque queremos reproducir la vida, tanto como dar voz a los sueños.
Esnifar cielo forma parte de ese deseo de materializar los sueños, de pensar un futuro perfecto en el que la naturaleza nos acune y no sea necesario escribir la maldad ni la tristeza para reflejar el mundo real, porque estas hayan desaparecido de la faz de la tierra.
Para Lola S. en su cumple
y para Rosa, Alejandro y Julio
y para Rosa, Alejandro y Julio
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