miércoles, 3 de diciembre de 2014

Sobre el silencio

Aunque el silencio tiene algo de mala prensa, para mi es algo bueno, si es definido como la ausencia de ruidos. Nada hay más relajante que el silencio en un país en el que se chilla de tristeza, de alegría o de ira. Si te sientas en una habitación sin ruidos o en medio de la naturaleza, la paz te invade y los pensamientos fluyen dulcemente y sin estridencias. Estoy segura de que debe ser un método terapéutico de primera, que debe recolocar cada cosa en su sitio y devolver a sus orígenes las estructuras y funciones cerebrales.
Otra cosa es el silencio como falta de comunicación o trasmisión de información. Creo que una característica humana es querer compartir lo que vivimos y sentimos y que solo por desconfianza y tras sufrir malas experiencias se produce ese "apagón autoinfomativo", esa reserva exagerada. 
A mi me alegra compartir un hermoso día a través de una foto, y aunque estoy de acuerdo con Javier Marias (Mira lo que hago) en que en cierto modo refleja infantilismo y que a veces la urgencia por compartir puede impedirnos disfrutar de lo que vivimos de primera mano, tiene también un componente de atrapar lo pasajero, de anclar en la memoria lo que pasa a gran velocidad sobre nuestros sentidos.
Por otra parte, la idea de lanzar al mundo nuestro yo egocéntrico es una invención: la red es un desierto de millones de almas que se siguen comunicando solo en círculos pequeños: familias, amigos y poco más. 
Y por lo demás dirigirse a las masas es un oficio que hay que conocer y que a mi personalmente no me interesa, es algo que produciría un vértigo tremendo, entre otras cosas porque tendría miedo de trasmitir un mensaje dañino o negativo.
Así que aquí sigo, contando lo que leo y lo que me alegra y, pocas veces, criticando alguna cosa o contando alguna tristeza o dejándome llevar por la melancolía. He tardado en volver precisamente porque me he cuestionado si tenía sentido, dado que hay mucha gente inteligente que no se lo ve. Pero he decidido que yo comparto y cuento lo que siento más que nada conmigo misma y que escribirlo me sirve para ordenarlo (converso con el hombre que siempre va conmigo...).
Esta silencio tiene, además, otra causa, el inicio de una nueva etapa con más tiempo, en la que la cantidad de estímulos y la variada oferta de actividades me están haciendo correr de una a otra, con ansias por poder hacer todo aquello para lo que hasta ahora no había tenido tiempo. 
Pero ya he vuelto. Nunca podré dejar de escribir. Aunque no me lean más que unos sufridos amigos a los que envío estas entradas por correo, como mensajes dentro de una botella.
Y comparto con ellos aquí una foto nocturna de Cuenca.


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