sábado, 14 de abril de 2012

A Leopoldina

A Leopoldina, que yace debajo debajo de un roble en un lugar mágico, hija de una madre pasiega y un padre zamorano. A Leopoldina que nació en cuesta y pasó bastante frío, y a quien A. cuidó junto con su vecina y la veterinaria y a la que dio todo el amor de que fue capaz y todos los cuidados. A Leopoldina, a la que su madre no pudo dar todaosu calor y tampoco alimentar.
Vivió solo tres días, mi ahijada, y aunque nosotros imaginamos sus sufrimientos con una perspectiva distinta, es posible que todo haya sido una nebulosa entre el existir y el desaparecer. Su cuerpo negro, suave y blando casi no ha llegado a cobrar realidad. 
La hermosa burrita de morro blanco que iba a apadrinar se ha muerto. No sé si los animales sufren la ausencia y, por tanto, si su madre la echará de menos. Sé que A. sí la añora y la ha llorado extensamente, en un patético coro con la vecina y la veterinaria. Que la magia del lugar donde duermes te acompañe siempre, que te conviertas en el genius loci de esa casa mágica, de esa tierra mágica, que nunca vi, tan cerca del mar, tan cerca de la montaña.

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