jueves, 2 de diciembre de 2010

El territorio de la infancia

Que la infancia más que un periodo temporal es un territorio es una idea ya muy explotada y que no he inventado yo, pero que sí  me gustaría matizar.
Es un territorio físico, porque siempre está ligado a algunos escenarios, tanto habituales como extraordinarios: la playa, el cole, la o las casas; o una navidad especial...
Y también es un territorio en el sentido más abstracto, el del solar, lo que nos pertenece más allá de cualquier pertenencia material posterior: lo que somos, lo que nos define a nosotros mismos y nuestros contornos. Nuestros juegos, que empiezan a diseñar lo que seremos, nuestras alegrías y nuestros llantos.
Parte de ese territorio abstracto es reinventado más tarde, cuando ya eres mayor, creado juntando recuerdos ajenos y mentiras propias, sin darnos cuenta que ese territorio, el de verdad, está grabado en nuestra carne y en nuestra sangre.
Como es un territorio recreado, tiende a ser mejorado y depurado de lo menos hermoso, resultando al final un edulcorado cuadro: todos tenemos una infancia feliz 
Pero ¿qué ocurre con las infancias de los niños maltratados, heridos, humillados o enfermos, aquellas que es imposible rescatar o embellecer?
Pues que nos dejan adultos sin solar, sin territorio. Porque la verdadera patria es la infancia 

1 comentario:

  1. Una vez leí que sólo (con tilde) se puede escribir sobre la infancia. Creo que es una frase exagerada que esconde algo de verdad.
    Ayer, cenando con amigos, hablamos sobre qué une al niño que un día fuimos con lo que hoy somos. Decían que sólo la memoria pero me sabe a poco, aunque no tengo argumentos.
    JL

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