lunes, 24 de noviembre de 2008

Això era i no era, bon viatge faci sa cadernera...

Lo primero es traducir el título de este post, que es una fórmula popular mallorquina de comienzo de las narraciones y que significa Eso era y no era, buen viaje tenga el jilguero.
O por lo menos así lo traducen en La mitad del alma, uno de los libros de Carme Riera que he leído mientras encuentro En el darrer blau, es decir, En el último azul. El otro es una novela corta muy entretenida y rápida de leer, El verano del inglés, que cuenta lo que le ocurre a una española de 49 años, que decide quemar su último cartucho para aprender inglés y contrata un agosto pedagógico en una mansión de la campiña inglesa, su trama está el humor y el terror, pero al margen de la exageración literaria, una se siente identificada con esa necesidad perentoria de mejorar el nivel de inglés, no sólo para ascender profesionalmente, sino por vergüenza torera y para curar la propia autoestima.
La otra historia es una hermosa historia con algo de folletín, en la que una escritora descubre que quién creía que era su padre puede no serlo y que la muerte de su madre está sumida en un profundo misterio. Este argumento le sirve a la autora para poner en pie una historia de maquis y de empresarios franquistas, de espías y contraespías y de historias de amor ciertas o inventadas, con fondo del París de los exiliados españoles.
Como oí a su autora en la conferencia que ya mencioné en este blog, estas historias son las herederas de las que contaba su abuela mallorquina, que tenía el don de contar y fue la responsable de su vocación como escritora. Muchos autores literarios disfrutan de ese don de narrar, entre otros Rudyard Kipling, que siempre me ha parecido no solo la esencia del oficio de escribir, sino uno de los rasgos distintivos de la especie. Ahora bien, creo que no sólo es un don, es también un músculo. Hablando de dones, os aconsejo un canción de Jorge Drexler, Don de fluir, que me parece preciosa.
Como también es hermosa la palabra cadernera, cuya etimología prometo buscar, ya que difiere tanto de nuestro término jilguero. ¡Ah, las palabras, las lenguas y su música escondida!

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