Pero frente a esto y paradojicamente, me encuentro con que hay bastante gente tardíamente convencida de la necesidad de difusión universal del saber, y que se ha lanzado a la arena de los mensajes (en nuestro caso, los correos) universales para intentar, no difundir las voluntades generales, sino para disfrazar las suyas de generales. Gentes para las que tradicionalmente no existía la opinión más que de un pequeño grupo de iniciados se sienten ahora muy preocupados de impartirnos doctrina, sin reparar en que somos ya mayorcitos y que, o tenemos también nuestra doctrina, o que nos importan poco éstas.
Ese no es mi juego: hago lo que tengo que hacer. Hablo mucho y lucho mucho, pero nunca me inventaré un personaje que no sienta. Y no digo que sea mejor, sólo que me gusta más.