Cuando llega septiembre siempre tengo un sentimiento muy vivo de la fugacidad de la vida y también de su liviandad. Yo creo que se debe al aire, a su levedad en este tiempo, que al atardecer se vuelve transparente y dibuja la linea del horizonte con un hermoso color entre rojizo y azul. El día se acorta, pero aún no es tan corto como en pleno invierno. Además de ceder algo el calor, disminuye el flujo de veraneantes y el movimiento de gentes incesante del verano, que convierte los pueblos de la sierra en verdaderos hervideros.
Conviene en estas fechas preparar el cuerpo y el espíritu para el tiempo profundo que nos llega, para la introspección que supone el frío y la limitación de la luz. Hoy todavía luce un sol amable que invita a pasear y a disfrutar de la vida, que es tan corta.
Conviene en estas fechas preparar el cuerpo y el espíritu para el tiempo profundo que nos llega, para la introspección que supone el frío y la limitación de la luz. Hoy todavía luce un sol amable que invita a pasear y a disfrutar de la vida, que es tan corta.
Suelo acabar hasta el gorro del verano, por el calor, y me gusta el frío y la lluvia. Pero estos días intermedios son muy agradables. Ahora que tengo niños, no obstante, echaré de menos que los días duren más y que haga un poco de calorcito.
ResponderEliminarTu post huele a chimenea. Yo este tiempo intermedio, el otoño de Madrid me encanta. Lo de la chaquetita por si refresca y buscar un poquito de sol que se agradece al pasear me encanta. Pero también las chimeneas.
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