El pasado
día 27 de abril hemos tenido una Jornada de Puertas Abiertas en la Biblioteca
Nacional. Por primera vez en alrededor de 10 ediciones no me apetecía trabajar de voluntaria como habitualmente, y había varias causas, una de ella
relacionada con el cansancio y el miedo a los errores que esto suele ocasionar.
Pero había una causa principal y casi filosófica y quizás derivada de
los últimos tiempos de buscar mecenazgo y hacer campaña, “vendiendo” el valor
de guardar y conservar durante tres siglos el patrimonio intelectual de este
pobre país esquilmado. Ese rechazo a las Puertas Abiertas es una especie de
desprecio elitista a esa necesidad de aprobación y patrocinio: la BNE ha hecho
esto siempre, al margen de la aprobación, el presupuesto o el patrocinio, de
espaldas al reconocimiento político, económico o social, sin que la mayoría de los españoles,
los principales beneficiarios de este acervo incalculable, tuvieran la más
mínima pista de que hace una biblioteca y ni mucho menos una biblioteca nacional…
![]() |
Exposición de Durero, web BNE |
No me extraña demasiado, a lo largo de mi larga vida en la BNE, me he
encontrado con esa misma sorpresa cuando se hablaba del trabajo bibliotecario.
Así pues, e igual que se dice que no hay tesis válida que no se pueda explicar
a tu abuela de modo que lo entienda, creo que es importante poder explicar tu oficio de modo que todo el mundo pueda
entenderlo.
Vamos por orden, y trataremos de ponerlo en relación con nuestra propia
biblioteca, de 500 o 1000 libros. Si queremos encontrar una obra en esta
biblioteca, deberemos saber su título o su autor y donde está colocado, si
buscamos un libro determinado. O si
buscamos libros sobre una materia cualquiera o tenemos los libros marcados de
algún modo (aunque sea por su colocación) o no lo conseguiremos.
Si multiplicamos el número de obras, aumentamos su tipología (manuscritos, grabados, dibujos,
fotografías, partituras, grabaciones sonoras, videos, revistas y periódicos,
además de libros) y hablamos de alrededor de 30 millones de piezas, es evidente
que si no tenemos un modo de almacenar en un ordenador estos datos (autor,
título y una descripción física de las obras, así como una marca de dónde están
colocadas; más alguna marca de materia o clasificación que nos permita agrupar
por temas) será imposible localizar la
información que custodian estas obras.
Ahora centrémonos en los 15 millones de títulos que suponen los 30
millones de ejemplares que deberían estar descritos, pero que no todos lo están
de forma automatizada, es decir, no están dentro de la base de datos del
catálogo. Muchas de estas obras, especialmente las más antiguas, están
prolijamente descritas en catálogos impresos o en fichas manuales
tradicionales, lo que hace más difícil su recuperación y por lo tanto el
objetivo es incluir estas descripciones en la base de datos común, pero esta es
una tarea que debe hacerse en paralelo con los nuevos ingresos (unas 314.000
obras al año) y con aquellas piezas que están sin describir. Hay por ejemplo
hasta 2 millones de fotografías, que están descritas en una mínima parte, y
cuya descripción requiere de conocimientos especiales de los procedimientos de
fotográficos a lo largo de los años; y por poner un ejemplo más, unos 600.000
grabados incluidos dentro de libros y que conviene describir pormenorizadamente
por cuestiones de seguridad.
Esta es la tarea básica de la BNE y la que permite todas las demás, que
aumentan día a día con las posibilidades y las exigencias de las nuevas
tecnologías. Y sin esta tarea primigenia, no existen las demás: no se puede
difundir la colección correctamente, ni para los investigadores ni para el
público en general, ni se puede fomentar la investigación de estas obras,
puesto que no es posible individualizarla dentro del gran conjunto de los
muchos millones que contiene la colección.
Así, si describir 15 millones de obras y lo que es más, alrededor de
314.000 nuevas obras cada año, es ya un trabajo notable, si a eso añadimos el
control de los préstamos de estas obras a los lectores en sala y a otras
bibliotecas para el préstamo interbibliotecario, su preparación para
exposiciones, su digitalización, su publicación en la Biblioteca Digital Hispánica para su uso y
disfrute por parte de los ciudadanos de todo el orbe, los trabajos para
mantenerlas en buen estado de conservación, empieza ya a parecer una tarea
inabarcable, una auténtica tarea de Sisifo…
Y en estos tiempos hay que sumar la falta de presupuesto y esa
necesidad ya mencionada de convencer a los plutócratas de que es bueno invertir
en conocimiento y cultura. Y de que el oficio de bibliotecario, además de una innegable
vocación de servicio público y de permanencia, exige cada vez mayores conocimientos y preparación continua; que admitan,
por ejemplo, que una biblioteca se precisa cada vez más de perfiles
especializados en la web, si queremos tener una sede web con visibilidad y que
cumpla criterios de accesibilidad y usabilidad, y que además tenga un diseño
atractivo y elegante. O que son necesarios un montón de perfiles profesionales
especializados para poner en marcha el Depósito legal de Internet, o continuas
oportunidades de formación para los trabajadores de las bibliotecas de conservación
que deban realizar la tarea de conservación de ese patrimonio intangible que
está solo en la web y solo por poco tiempo.
Pero sobre todo, que sean conscientes de que quienes describen,
organizan y difunden lo que es y será el patrimonio intelectual de hoy y de
mañana deben contar con todo el apoyo de la sociedad y por supuesto del Estado.
Algunos de nuestros servicios
Hemeroteca digital - Biblioteca Digital del Patrimonio Iberoamericano - Exposiciones virtuales: Durero - Leonardo Interactivo