domingo, 5 de mayo de 2013

Lo que hacemos los bibliotecarios


El pasado día 27 de abril hemos tenido una Jornada de Puertas Abiertas en la Biblioteca Nacional. Por primera vez en alrededor de 10 ediciones no me apetecía trabajar de voluntaria como habitualmente, y había varias causas, una de ella relacionada con el cansancio y el miedo a los errores que esto suele ocasionar.
Pero había una causa principal y casi filosófica y quizás derivada de los últimos tiempos de buscar mecenazgo y hacer campaña, “vendiendo” el valor de guardar y conservar durante tres siglos el patrimonio intelectual de este pobre país esquilmado. Ese rechazo a las Puertas Abiertas es una especie de desprecio elitista a esa necesidad de aprobación y patrocinio: la BNE ha hecho esto siempre, al margen de la aprobación, el presupuesto o el patrocinio, de espaldas al reconocimiento político, económico o social, sin que la mayoría de los españoles, los principales beneficiarios de este acervo incalculable, tuvieran la más mínima pista de que hace una biblioteca y ni mucho menos una biblioteca nacional…
Exposición de Durero, web BNE
Al margen de estas disquisiciones, a lo largo de  la mañana terminé disfrutando de las jornadas, de la felicidad de ver la sorpresa de la gente al ver nuestros tesoros (suyos, sí, pero también míos).  Pero hubo un comentario de uno de nuestros visitantes a una afirmación mía de que los bibliotecarios trabajábamos mucho, su comentario, algo dudoso, fue “¿Si? ¿Leyendo?”. Esta opinión, no demasiado asertiva, es un síntoma del desconocimiento de lo que hacemos los bibliotecarios.
No me extraña demasiado, a lo largo de mi larga vida en la BNE, me he encontrado con esa misma sorpresa cuando se hablaba del trabajo bibliotecario. Así pues, e igual que se dice que no hay tesis válida que no se pueda explicar a tu abuela de modo que lo entienda, creo que es importante poder explicar  tu oficio de modo que todo el mundo pueda entenderlo.
Vamos por orden, y trataremos de ponerlo en relación con nuestra propia biblioteca, de 500 o 1000 libros. Si queremos encontrar una obra en esta biblioteca, deberemos saber su título o su autor y donde está colocado, si buscamos un libro determinado.  O si buscamos libros sobre una materia cualquiera o tenemos los libros marcados de algún modo (aunque sea por su colocación) o no lo conseguiremos.
Si multiplicamos el número de obras, aumentamos su  tipología (manuscritos, grabados, dibujos, fotografías, partituras, grabaciones sonoras, videos, revistas y periódicos, además de libros) y hablamos de alrededor de 30 millones de piezas, es evidente que si no tenemos un modo de almacenar en un ordenador estos datos (autor, título y una descripción física de las obras, así como una marca de dónde están colocadas; más alguna marca de materia o clasificación que nos permita agrupar por temas) será imposible  localizar la información que custodian estas obras.
Ahora centrémonos en los 15 millones de títulos que suponen los 30 millones de ejemplares que deberían estar descritos, pero que no todos lo están de forma automatizada, es decir, no están dentro de la base de datos del catálogo. Muchas de estas obras, especialmente las más antiguas, están prolijamente descritas en catálogos impresos o en fichas manuales tradicionales, lo que hace más difícil su recuperación y por lo tanto el objetivo es incluir estas descripciones en la base de datos común, pero esta es una tarea que debe hacerse en paralelo con los nuevos ingresos (unas 314.000 obras al año) y con aquellas piezas que están sin describir. Hay por ejemplo hasta 2 millones de fotografías, que están descritas en una mínima parte, y cuya descripción requiere de conocimientos especiales de los procedimientos de fotográficos a lo largo de los años; y por poner un ejemplo más, unos 600.000 grabados incluidos dentro de libros y que conviene describir pormenorizadamente por cuestiones de seguridad.
Esta es la tarea básica de la BNE y la que permite todas las demás, que aumentan día a día con las posibilidades y las exigencias de las nuevas tecnologías. Y sin esta tarea primigenia, no existen las demás: no se puede difundir la colección correctamente, ni para los investigadores ni para el público en general, ni se puede fomentar la investigación de estas obras, puesto que no es posible individualizarla dentro del gran conjunto de los muchos millones que contiene la colección.
Así, si describir 15 millones de obras y lo que es más, alrededor de 314.000 nuevas obras cada año, es ya un trabajo notable, si a eso añadimos el control de los préstamos de estas obras a los lectores en sala y a otras bibliotecas para el préstamo interbibliotecario, su preparación para exposiciones, su digitalización, su publicación en la Biblioteca Digital Hispánica para su uso y disfrute por parte de los ciudadanos de todo el orbe, los trabajos para mantenerlas en buen estado de conservación, empieza ya a parecer una tarea inabarcable, una auténtica tarea de Sisifo
Y en estos tiempos hay que sumar la falta de presupuesto y esa necesidad ya mencionada de convencer a los plutócratas de que es bueno invertir en conocimiento y cultura. Y de que el oficio de bibliotecario, además de una innegable vocación de servicio público y de permanencia, exige cada vez mayores  conocimientos y preparación continua; que admitan, por ejemplo, que una biblioteca se precisa cada vez más de perfiles especializados en la web, si queremos tener una sede web con visibilidad y que cumpla criterios de accesibilidad y usabilidad, y que además tenga un diseño atractivo y elegante. O que son necesarios un montón de perfiles profesionales especializados para poner en marcha el Depósito legal de Internet, o continuas oportunidades de formación para los trabajadores de las bibliotecas de conservación que deban realizar la tarea de conservación de ese patrimonio intangible que está solo en la web y solo por poco tiempo.
Pero sobre todo, que sean conscientes de que quienes describen, organizan y difunden lo que es y será el patrimonio intelectual de hoy y de mañana deben contar con todo el apoyo de la sociedad y por supuesto del Estado
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