jueves, 25 de septiembre de 2008

Zambullida en el mar con los ojos abiertos

No puedo ocultar que he estado de vacaciones. Del 10 al 19 de septiembre, un mes tan hermoso que duele, hemos estado en Torrox (el paraíso al alcance de la mano). Primero en un bungalow de un camping y luego en "el apartamento".
Pero todo eso es subsidiario: Torrox es el mar y un buen tiempo incombustible, al margen de la comodidad o de las circunstancias. Y es el mar eterno. " La mer, la mer toujours recommencée", que dijo Valery mejor que yo.
Algunos compis han hablado del moco marino (R. ¿estás de vacas otra vez?). Yo quiero hablar de algo parecido, de la zambullida en el mar con los ojos abiertos. Sé a lo que me arriesgo: los psicoanalistas y otros seguidores menos ortodoxos otorgan un significado sexual explícito a este acto.
Pero yo este año tan duro, en mi encuentro eufórico con el mar, las he disfrutado sin temor a las interpretaciones. Incluso he hecho un cálculo de que a lo largo de mi vida con toda seguridad supero las 6.000 zambullidas, desde los gozosos veranos de mi infancia en Málaga a los luchados diez días de playa de mi vida adulta. La inmersión en el agua dulce es también muy hermosa, hay piscinas que tienen el ambiente de un sueño, azul, brillante, espejeante. Pero sumergirse en el mar es otra cosa, colaboran todos los sentidos: el tacto en la piel de todo el cuerpo, sensible a la temperatura y la textura, el sabor salado en la boca y la garganta, el olor a salitre tan hermoso. Y la vista, que se pierden aquellos que cierran los ojos al sumergirse o los que jamás se mojan la cabeza; la vista que incluso si las olas levantan la arena gris de Málaga, dibuja mundos mágicos. Si el agua está en calma, el color, el brillo, las pequeñas sombras de las ondas en la arena del fondo marino son un espectáculo que me gustaría recordar cuando me muera. Se que no es posible, pero bueno, soñar sí es posible.Más prosaicamente, ha sido un tiempo bueno, de bastante andar o de correr, de pasear perros por la playa (incluyo una foto que recuerda los niños en la playa de Sorolla) y de comer pescado y vivir despacio, a pesar de mis eternas ganas de hacer cosas, las temidas (por algunos) vacaciones activas de Marina
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sábado, 6 de septiembre de 2008

Los bárbaros

Antes de ayer hemos recibido a nuevo compañero de trabajo, F., al que estamos contando como podemos todo el conjunto de temas y operaciones que abarcamos. Él viene del otro lado, es decir, de aquel que supuestamente sufre nuestras innovaciones y por supuesto nuestros errores. En un momento dado de la conversación, él mencionó que para una parte de la biblioteca ahora es el tiempo de los bárbaros, de aquellos que no tenían en cuenta la historia ni la tradición, es decir los que siempre se llamaron iconoclastas. En cierto modo eso quiere decir que nosotros estamos en ese grupo, y posiblemente, especialmente yo. Puede ser. Siempre he sido una persona que quería innovar o que sobre todo quería conseguir cosas, y también he tenido siempre una visión generalista, mi capacidad de tener en cuenta lo anecdótico es relativa, me falta paciencia para el análisis por análisis. Por otra parte, los finos analistas de la biblioteca tienen una crítica muy fácil: los mejores de ellos, es decir, los que más saben, se han quedado en meros agoreros y anunciadores de desastres, y en hormiguitas que han ido tejiendo un trabajo siempre pequeño. Ahora ya no hay tiempo. Cada día hay que aprender y poner a disposición de todos una nueva conquista. No es tiempo de nada más que de avanzar.