domingo, 24 de febrero de 2008

Matizaciones

La primera, respecto a mi post del fin de semana pasado. En el rompía muchas lanzas en favor de la independencia profesional, sin matizar que cualquier grupo profesional debe además estar dispuesto a ser controlado por la instancia social adecuada. Es decir, independencia no quiere decir no estar sometidos a ningún control, sino que el control sea también profesional, no mediático ni de acoso social.
La segunda matización surge a raíz de una conversación con un grupo de compañeros, en que comentamos airadamente la opinión de una persona acomodada que adujo que los jóvenes españoles querían todos tener una casa propia y un coche. Dado el estado del tema de la vivienda en España, el tema levantó unánimes ampollas y, como siempre en que la mayoría está de acuerdo, no hubo mucha finura en el análisis y sí cierta opinión desfavorable de la autora del comentario, considerada por todos una privilegiada.
Es verdad que es un comentario inoportuno en un país donde el tema de la vivienda es uno de los peor gestionado por los sucesivos gobiernos (o mejor, de los no gestionados en absoluto). Pero , como siempre, la cosa requiere un comentario. La persona en cuestión debía hacer el comentario en relación con otros jóvenes que conoce, los de un país sudamericano con graves problemas de violencia y de pobreza. Es cierto que frente a los problemas de mera supervivencia de los jóvenes de otros países del tercer mundo, lo de los jóvenes (y no tan jóvenes españoles) parece un poco frívolo.
Pero es cierto también a una persona preparada, conocedora de ambos mundos, no le está permitido hacer a la ligera este tipo de comentarios. Las dos orillas de estos mundos luchan por el futuro y hay que soñar que pronto en todo el mundo las aspiraciones se parezcan más y sean menos dramáticas.
El problema, (o la solución), quizás sea ver siempre dos caras en cualquier asunto.

domingo, 17 de febrero de 2008

Estoy de acuerdo

Aunque a veces cueste aceptar de forma incondicional una opinión ajena, estoy absolutamente de acuerdo con la opinión que manifiesta Javier Marías en La zona fantasma de El País Semanal de hoy, que lleva por título Una historia de vilezas. Hoy habla Marías del acoso que sufren, todavía hoy, y a pesar de la sentencia absolutoria, el doctor Jorge Montes y el equipo de médicos de urgencia del Hospital Severo Ochoa de Leganés.
Hubo una supuesta acusación anónima y a raíz de ella se levantó toda una batalla judicial y mediática contra unos profesionales, con mucho oportunismo y con intenciones como mínimo mezcladas: no se sabe si se quiere realmente castigar un hecho supuestamente delictivo o sacar a debate temas como los cuidados terminales y, de soslayo y a traición, la buena muerte o eutanasia.
Casi no me entero de las noticias y las sigo de forma irregular, porque realmente las siento cuajadas de todo tipo de vilezas. Con el horizonte de la próximas elecciones peor aún, se pueden levantar oleadas tremendas de inmundicias... Pero el caso de los doctores de Leganés pone de relieve un asunto que afecta a todos los profesionales, y es el hecho de que nuestro trabajo está siempre sujeto a los juegos cambiantes de la política. O lo está en los países menos evolucionados, al menos. Esto implica que los trabajos más serios: sanidad, educación, cultura; estén sometidos a mil vaivenes y no a la única fuerza que debería regirlos, que es la de la razón (creo que en este caso se trataría de la razón práctica).
Aprovecha Marías para comentar que la tendencia al anonimato está muy arraigada en la web y que es una de las razones de que no le guste. A mi me pasa igual que él en ese aspecto, no me gusta la capacidad de enmascaramiento que proporciona (el famoso chiste de "me gusta la web porque nadie sabe que soy un perro" o el repetido engaño de compañeros de clases usando identidades falsas me da cien patadas), pero me encanta que me deje expresarme, aunque solo le importe a mis amigos y quien me conoce, que pueda encontrarlo todo aquí, aunque como en cualquier otro sitio deba juzgar criticamente lo que encuentro. Estos amores son un poco inexplicables, a lo mejor solo me gusta la web por lo que decía mi padre, porque soy una novelera.
Al margen de otras disgresiones, lo que no me gusta es la falsedad y menos aún la calumnia y la falta de respeto por las decisiones judiciales no acordes con nuestras opiniones. Tenemos que formar buenos profesionales y luego dejarlos trabajar en paz, con toda la independencia que sea posible.

domingo, 10 de febrero de 2008

Otro libro interesante

He terminado un libro, Notes on a scandal, de una autora que no conocía, Zoe Heller, y del que tampoco sabía que existe versión cinematográfica. Se trata de la historia (más o menos real) de un caso de relaciones entre una profesora y su alumno al final de los años 90.
La profesora es una hippy de clase media alta, que enseña cerámica en un instituto. La obra está narrada por una profesora de este instituto, Bárbara, algo mayor que la protagonista, soltera y solitaria, uno de cuyos rasgos de carácter es su afán por acaparar las vidas de sus amigas, y que además tiene un papel importante en la historia.
El alumno, Steven Connolly, está tratado con pinceladas un poco burdas, pues la obra está planteada desde la óptica de la cincuentona enamorada del cuerpo (¿y también del alma?) joven y al "pobre" alumno no se le da la más mínima importancia.
Curiosamente según mi opinión tiene mayor ingenuidad la adulta profesora Sheba que el adolescente. Esto puede verse como un intento de manipular, como la adopción de un punto de vista extremadamente subjetivo o simplemente como el reflejo de cierto grado de realidad: determinadas clases sociales propician la eterna infantilización de los individuos que la forman y viceversa, otras clase propician un rápido encanallamiento de los niños, especialmente en el terreno sexual. Es curioso sin embargo como se relata la pérdida de voluntad que produce el enamoramiento en sus fases más álgidas, y como este sentimiento salta por encima de cualquier consideración moral o incluso práctica.
En cuanto a la narradora, que el común de los mortales podría considerar intrínsecamente mala y traidora, para mí es digna de conmiseración, pues a pesar de ser una persona inteligente y capaz, su sentimiento de soledad, aislamiento y humillación la convierte en un ser peligroso para su amiga y, especialmente, para sí misma.

domingo, 3 de febrero de 2008

Una Atenas viva

Conocí Atenas hace muchos años, en 1982, en que estuve allí unos 15 días para ver los campeonatos de Europa de Atletismo. Recuerdo que entonces me decepcionó bastante esta ciudad llena de ruido y de olores orientales. Ahora la he encontrado casi treinta años después, incluida en la Europa de la Unión, pero conservando mucho de ese encanto que entonces no supe ver. Ha sido en un libro llamado Defensa cerrada de Petros Markaris. Es una novela policíaca que tiene por protagonista al teniente Jaritos. Se trata de una trama bastante compleja, en la que se mezcla el lavado de dinero negro, la corrupción política y la venta de partidos de fútbol de tercera división.
Jaritos es un policía curioso, que se pone enfermo (infarto de miocardio) y que tiene un lenguaje algo canalla, que recuerda a la Junta Militar con alguna nostalgia y que tiene con su mujer Adrianì una continua lucha y un amor especial. Atenas es en esta obra una ciudad sucia y bulliciosa, permanentemente atascada por el tráfico y llena de inmigrantes de todos los lugares de europa, especialmente albanos, pero su caos la hace maravillosa de alguna forma extraña.
Acababa de terminar dos novelas de Donna Leon Blood from a stone y Doctored evidence, que a pesar de describir una ciudad especialmente intensa, lo hacen desde otra óptica. Petros Markaris es turco, pero parece amar Atenas de una manera muy contradictoria, como suelen ser estos amores a estas viejas ciudades, estos universos tan llenos de humanidad y detritus.
Es curioso cómo podemos empezar a gustar de un lugar retrospectivamente, y como ese gusto es al mismo tiempo añoranza y rechazo de quienes éramos en esos tiempos. De modo que todos los sitios en los que hemos vivido se vuelven de algún modo paraísos perdidos, solo recuperables en los sueños de lo escrito, como decía mi amiga Beatriz.

sábado, 2 de febrero de 2008

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Dice V. que no sabe como ha llegado a una tan ingente cantidad de años. Acaba de cumplir años (muchos, pero menos que yo) y lo lleva regular: uno se pregunta siempre si ha hecho bastante, si lo que ha hecho está bien, etc. Quienes han tenido niños se sienten en cierto modo justificados, como mínimo un niño es una incógnita, una promesa que se cumplirá en el futuro...
Los que como V. y yo no tenemos niños intentamos contabilizar otras tontadas, libros escritos, árboles plantados, amigos o un trabajo bien hecho; pero siempre nos queda el sentimiento de que todo esto son nimiedades frente a rotunda realidad de un hijo.
Yo siempre he sido un mar de dudas, un pregunta filosófica permanente: ¿por qué estoy aquí?. Esto es así desde que era muy pequeña, y no creo que se trate de un rasgo inteligencia profunda, sino más bien de inmadurez. En mi familia tengo fama de sufrir siempre crisis permanentes y desde luego me he pasado muchos años en que me rebelaba contra el hecho de cumplir años, como si estuviera atacada del síndrome de Peter Pan.
Ahora no. Sigo sin saber por qué estoy aquí, pero el hecho es que estoy. No queda mas remedio que jugar nuestros días como lo que son, días únicos, y esperar que el final, el regreso al no ser duela menos que imaginarlo.
O como resumo más coloquialmente: ya que estamos aquí, intentaremos molestar.